Con pocas incógnitas, comenzó la campaña para las elecciones de octubre en la Ciudad

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Publicado: 25/09/2017
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El peronismo intentará consolidarse como segunda fuerza y aportar a la campaña de Cristina Kirchner en Provincia, Lousteau tratará de sobrevivir para el futuro y Tombolini pretenderá colarse en el Congreso. La división en dos listas deja a la izquierda lejos de la diputación nacional, aunque podrán pelear por alguna banca en la Legislatura porteña.


Pocas incógnitas quedaron sin responderse en las primarias del 13 de agosto en la Ciudad de Buenos Aires. El tránsito obligatorio por un estado de campaña hasta octubre intentará sumarle adrenalina a la previa de una elección que, además, empalidece en comparación con el infartante final cabeza a cabeza que se disputará unas cuadras más allá, allende la General Paz. Aquí, en territorio porteño, Elisa Carrió solo compite contra su propio récord y el encanto metafísico de los números redondos. Por su parte, el peronismo dirimió una interna desigual sin sorpresas y vive como un casi triunfo haber recuperado el segundo lugar en el podio.

Más abajo, Martín Lousteau, lejos de la medalla de plata, intentará salir de su desairoso lance con, al menos, una banca en la Cámara de Diputados que le permita reinventarse durante el próximo bienio. Matías Tombolini, representante del massismo light, a bordo de una campaña heterodoxa, quiere colarse en la Cámara baja en su primera incursión electoral. Por último, la izquierda definirá un mini clásico local entre el creciente Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) y el inmutable Luis Zamora, cuyo resultado difícilmente tenga influencia en el reparto de lugares en el Congreso nacional pero puede incidir en la conformación de la Legislatura local.

Elisa Carrió se tomó unas semanas de vacaciones después de atravesar las PASO como una tromba. En estos días volvió al ruedo en una serie de recorridas que compartió, como siempre, con el jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, y otros candidatos presentes o eventuales del Pro que buscan el calor de los votos que lleva consigo la diputada. Ella, que vivió en 2011 el oprobio del fracaso y vio de cerca el final de su carrera política, disfruta de este presente no como una segunda oportunidad sino como una suerte de desquite contra los que no creyeron en ella.

Su objetivo para octubre es olímpico: romper la barrera de los 50 puntos, lo que la pondría, según sus cálculos, como principal socia minoritaria de Cambiemos de cara a 2019, desplazando de ese lugar a los radicales, que empalidecen elección tras elección. ¿Y después? Esa es la pregunta del millón: ¿qué quiere Lilita en 2019? “Por ahora nada”, aseguran en su entorno. Por ahora.

¿Hay desconfianza entre la tropa del presidente Mauricio Macri y la nueva estrella del firmamento de Cambiemos? Hasta ahora, las rispideces que hubieran se ventilaban siempre en voz baja y con los micrófonos apagados, pero durante el plenario de militancia que organizó Cambiemos en la Ciudad de Buenos Aires la semana pasada salieron a la luz. “Quiero decirle a Durán Barba que Cambiemos no es solo amarillo”, aclaró durante su discurso la titular de la Coalición Cívica porteña, Maricel Etchecoin, en lo que fue la única nota disonante con respecto a la armonía cuasibudista que reinó en Parque Norte.

El peronismo fue la única fuerza importante que utilizó las primarias en la Ciudad de Buenos Aires. El resultado, previsible, confirmó la centralidad de la conducción actual, que nuclea alrededor de tres figuras (los candidatos Daniel Filmus y Mariano Recalde y el hacedor de alianzas Víctor Santa María) a prácticamente todo el espectro actual. La patriada papista de Guillermo Moreno y Gustavo Vera y la aún incipiente construcción de Ahora Buenos Aires sirvieron para ponerle algo, apenas, de pimienta, a la previa de agosto. Desde entonces, sin sorpresas, todos se encolumnaron detrás de la boleta que marcha, sin prisa pero sin pausa, hacia un segundo lugar que extrañaba y que no conocía desde aquel ya lejano 2011.

Con el resultado sin grandes incertidumbres, la campaña porteña apuntará a consolidar el voto opositor en la Ciudad mientras se intenta instalar en la agenda temas que también resuenen en la Provincia, donde sí hay una batalla cerrada. Todos los días ingresa en la Ciudad de Buenos Aires una cantidad suficiente de bonaerenses como para definir una elección tan cerrada. El Pro, opinan en el comando de Unidad Porteña, aprendió hace años a apelar a esos electores. Si los candidatos peronistas en la Capital pueden mover algunos miles de votos conurbanos, razonan a continuación, la campaña de la Ciudad podrá anotarle algún punto bonus a Cristina.

Más atrás, Lousteau, a esta altura, quiere salvar las papas y quedar vivo para pensar en 2019, que fue su objetivo todo este tiempo. Difícil si no mejora su performance de agosto. Víctima del huracán Lilita y de su incapacidad para diferenciarse de Cambiemos, espacio que acompaña a nivel nacional, el ex embajador en los Estados Unidos sacó poco más que la mitad de votos que en la primera vuelta de 2015 y muchísimos menos que en el balotaje, en el que estuvo a un punto de dar el gran golpe y quedarse con el Gobierno de la Ciudad. Su desafío, ahora, es sostener esos votos para poder mantener vivas sus bancadas en el Congreso y en la Legislatura.

Su principal desafío, hoy, lo supone otro economista más o menos de su edad aunque con un perfil muy distinto. Matías Tombolini, que hasta hace poco era conocido por su participación en los medios y sus libros, se lanzó a jugar en la Ciudad poco antes de las elecciones. Con una campaña audaz y heterodoxa logró su primer objetivo: pasar el corte de las PASO, algo que el massismo, dos años antes, no había conseguido en el territorio porteño. Ahora, redobla la apuesta para ver si llega a conseguir una banca: para el primer spot que reinauguró su campaña, viajó a Chile a comparar precios. Su suerte está atada a la de Carrió, ya que el sistema D’Hont mueve el piso para entrar de acuerdo con la cantidad de votos que saque el resto.

Por último, la Ciudad de Buenos Aires es el único distrito en el que la izquierda partirá en octubre sus votos en dos boletas distintas. Por un lado, el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), que viene consolidando en todo el país su construcción de alianzas. Por el otro, el siempre solitario Luis Zamora, que logra mantener una adhesión firme de cuatro puntos a pesar del paso de los años y de que a su alrededor todo cambia. Él no. La división los deja lejos de disputar una banca en el Congreso nacional, que tendrían más a mano si sumaran sus votos. Excepto una sorpresa mayúscula, la atención estará puesta en cuántos legisladores metan en el parlamento local, donde los bloques de izquierda suelen tener una labor muy activa en el control de los actos de gobierno.

Fuente: noticiasurbanas.com.ar