Día de la Madre: cinco esculturas en la Ciudad para homenajearlas

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Publicado: 13/10/2017
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En esta escultura, Maternidad, del italiano Pedro Tenti (1881-1963), ubicada en la Plaza Castelli de Belgrano, el bronce es cálido, cero solemne. Quizás, por eso, el homenaje resulta uno de los más lindos que tiene Capital.


Madre porteña no hay una sola: de cariñosas a sacrificadas, en cinco esculturas para homenajearlas

Plaza Castelli. La obra del italiano Tenti, en Freire y Echeverría, Belgrano. / Silvana Boemo

Y eso que opciones hay. En el libro Mármol y Bronce. Esculturas de la Ciudad de Buenos Aires, de Nicolás Gutiérrez (Ediciones Olmo, 2015), un racconto de más de 600 trabajos, aparecen unos 25 con “madre” en el título o palabras relacionadas -sin contar a los que aluden al tema, como las lobas romanas de San Telmo y el Botánico, ni a vírgenes cristianas literales-.

Así que madre no hay una sola. Menos, porteña.

Aunque sus representaciones suelen ser ternura pura, se las encuentra exigidas y orgullosas.

Ése es el caso de la figura que esculpió Luis Perlotti (1890-1969), inaugurada en 1965 en Parque Rivadavia: con un bebé en el regazo,mira directo al espectador, mientras una nena trata de “escalarla”.

Madre porteña no hay una sola: de cariñosas a sacrificadas, en cinco esculturas para homenajearlas
Parque Rivadavia. "La Madre", de Luis Perlotti, es un símbolo de ese espacio de Caballito. / Germán García Adrasti

La exigencia también se ve en la La Caridad, que amamanta y, al mismo tiempo, cuida a dos chicos. Otro tesoro de Caballito, emplazado en 1937 en Plaza Irlanda.

Con su túnica y su mirada serena, para algunos, de resignación, esa figura de mármol, que integra el grupo escultórico La Fe, la Caridad, la Esperanza, del francés Eugéne Guillaume, evoca a una virgen. Y trae ecos, muy lejanos, de La piedad, de Miguel Ángel.

Terrenales como La Madre Marinera, de Roberto Capurro, una mujer con la piel curtida por el viento, de pie, de cara al puerto de La Boca.

Y la Ciudad cobija además representaciones esperanzadas: esa silueta de piedra con un bebé en brazos y ojos inmensos mirando hacia adelante, al porvenir, que otro creador local, Francisco Reyes, realizó en 1982 para Boedo (Boedo al 700).

Se dice que los espejos se usan para verse la cara y el arte, el alma. Cierto. Tanto como que, aunque las madres no siempre son ángeles, la enorme mayoría les haríamos un monumento. Feliz día.

Fuente: Clarin