Los conductores de Panorama Político, Alejando Pérez y Jorge Espinola, entrevistaron telefónicamente al diputado provincial de Chubut Emanuel Fernandez.
Un salpicón semanal que ya está aquí,una vez más, burlando los satélites del Kremlin y de Washington, saltando la famosa grieta, no transitando por la ancha avenida, tomando mate y descifrando los enigmas del Anarcocapitalismo:"Dont tread on me".
Todos los días, por las calles porteñas circulan 10 mil colectivos, 37 mil taxis y alrededor de 1.600.000 autos particulares que, en un 67%, trasladan a personas que entran desde la Provincia. Mientras, dentro de los límites de Capital Federal, se desalienta el uso del auto particular, el parque automotor porteño crece.
Una de las iniciativas más recientes para disminuir la cantidad de autos fue la ampliación de la restricción para entrar y circular por el Microcentro, Casco Histórico y Retiro. La medida, además, forma parte de un proyecto más ambicioso: en octubre incorporará a Tribunales y el año que viene el horario de veda de autos se prolongará. Entre las 9 y las 18 sólo se podrá acceder y moverse por el Centro a pie, en transporte público o bicicleta. Y esa es tan solo una decisión.
La red de Metrobus, la apertura de carriles exclusivos, la extensión de las ciclovías, un nuevo sistema de estacionamiento medido -hoy en pausa por una decisión judicial-, junto a la obligación de hacer verificaciones técnicas y los aumentos de peajes para acceder a suelo porteño, son otros ejemplos. Pero la cantidad de autos particulares no baja: desde la secretaría de Transporte hablan de un parque automotor propio de la Ciudad de 900.000 y para la Dirección General de Estadística y Censos ese número asciende a 1.512.568. El mismo fenómeno ocurre con las motos: en 2017, el patentamiento aumentó en un 30%.
"Nuestra política es hacer del transporte público la mejor opción para moverse. Una ciudad no se desarrolla cuando el que menos tiene accede a comprar un auto, sino cuando el transporte público es usado por todos los estratos sociales", dice el secretario de Transporte Juan José Méndez. Y, en el caso de los porteños que aún se vuelcan al auto, reconoce que esto puede deberse o bien a la morfología de sus viajes o a que en las zonas en las que residen aún no se alcanzó el nivel de calidad suficiente en el transporte público.
Los antecedentes históricos para bajar el uso del auto y priorizar el transporte público reflejan dificultad. En 1994, se planteó una zona, delimitada por las avenidas Jujuy, Pueyrredón, Del Libertador, Alem, Paseo Colón y Belgrano, de exclusión de vehículos con patentes terminadas en 0 y 1. No funcionó.
Más cerca en el tiempo, en 2007, el entonces jefe de Gobierno Jorge Telerman, dispuso un sistema de peaje diferenciado. Aquellos automóviles que ingresaran en la Ciudad por las autopistas en las horas pico de la mañana con cuatro o más ocupantes no pagaban peaje. Pero la medida tampoco provocó cambios en el tráfico habitual.
"Esos casos no habrán funcionado porque el enfoque no fue integral. Además, hay que ofrecer una alternativa real de transporte. Y la supervisión es permanente", agrega Méndez. "Nosotros -sigue- tenemos logros. En el Microcentro bajamos en un 61% la circulación de autos particulares. Pero no pudimos tomar la decisión de desalentar el auto hasta que no mejoramos la frecuencia en el subte y hasta que no corriesen los Metrobuses del Bajo y 9 de Julio".
Al mismo tiempo, en la Ciudad avanza distintas obras que apuntan a mejorar el transporte público. El desarrollo de los trabajos causa embotellamientos y problemas en el tránsito.
Con calles y avenidas que cambian de circulación, accesos cerrados, barreras bajas y reducción de carriles, manejar en Buenos Aires es lo más parecido a una carrera de obstáculos. Hay restricciones en Puerto Madero y Retiro por la emblemática obra del Paseo del Bajo y por el cambio en la traza de la Autopista Illia.
También hay limitaciones para circular en la avenida Corrientes, en plena transformación para convertirse en una avenida con prioridad peatonal y carriles exclusivos.
A la vez, se trabaja en la construcción de tres viaductos sobre los trenes San Martín, Mitre Ramal Tigre y Belgrano Sur, que en algunos casos obligan a cerrar pasos a nivel para avanzar con la obra.
Un ejemplo es el de Juramento que complicó la circulación en el barrio y obligó a los conductores a buscar cruces alternativos. Los túneles ferroviarios también son causa de desvíos vehiculares: pasa en Saavedra por la construcción del paso bajo a nivel de avenida Balbín, cuya apertura se estima para este primer semestre, igual que el túnel de Nazca, en Villa del Parque.
También sin generar ni mayores quejas ni demoras en el servicio (aunque por tramos el tren corre muy lento), está en marcha el soterramiento de la línea Sarmiento.
Por su parte, la extensión de la línea E de subte, que lleva más de una década de demora, está programada para el primer cuatrimestre del año que viene. Comprende tres estaciones: Correo Central, Catalinas Norte y Retiro, que permitirán combinar con las líneas B y C y con el tren Mitre.
Para el 25 de mayo está prevista la inauguración de la estación Facultad de Derecho de la línea D, El Paseo del Bajo es el proyecto emblema del Gobierno de la Ciudad. Se prevé que este listo para abril de 2019. Pero hasta entonces, toda el área que interviene es una trampa para el tránsito, y para los nervios de los conductores. También para los dueños de restaurantes de Puerto Madero. “Los accesos al sector norte de los restaurantes se han reducido de 14 alternativas a sólo una. Se trata de un carril por la calle Macacha Güemes.
Se han ido cerrando los ingresos por avenida Antártida Argentina, Viamonte y Corrientes y su continuación, Trinidad Guevara. En el sector sur, el panorama no es mucho mejor”, describen desde la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (AHRCC). Y alertan que de los 43 locales “que aún resisten y conservan la fuente de trabajo de cientos de familias”, sólo un porcentaje podrá ver la “faraónica” obra terminada.
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