El Gobierno porteño asfalta las avenidas pero los vecinos piden proteger los adoquines

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Publicado: 06/09/2018
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El Gobierno de la Ciudad planea cubrir los adoquines con asfalto y, para eso, ya arrancó con las obras de nivelación. Sin embargo, la medida reaviva una vieja polémica, por las marcas de historia e identidad barrial que se perderían con el cambio.


Algunos tramos de Triunvirato ya están asfaltados: el que va desde Monroe hasta Parque Sarmiento, y el que se abrió este año entre Elcano y Lacroze. El resto, hasta fin de año, es puro adoquín con intermitencias de asfalto, algunas en forma de parches. Es que esta avenida quedó fuera de la lista de calles adoquinadas protegidas por ley desde 2013.

Circular por Triunvirato sigue sintiéndose entonces más como un paseo que como un traslado, porque los adoquines impiden andar rápido. Sin embargo, ese paseo tiene sobresaltos: son los pozos y lomas en el empedrado dañado, mal mantenido, emparchado.

Tras las obras del Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño ese paisaje se transformará: los adoquines serán cubiertos por asfalto en el tramo que restaba pavimentar, entre Monroe y Elcano. Para eso, ya comenzaron los trabajos de nivelación de las calles en las zonas donde están las tapas de sumideros y las bocas de ventilación del subte B. El proceso no es sencillo: por allí circulan una decena de líneas de colectivo y, en algunos tramos, tránsito pesado.

“La ley de protección de adoquines decía que había que consultar a las Comunas respectivas qué calles querían que se protegieran patrimonialmente. Pero en la práctica, cada mayoría oficialista decidió en las comunas sin consultar a los vecinos”, sostiene el arquitecto Carlos Blanco, de la organización Basta de Demoler, que está en contra. “Al asfaltar encima, la avenida entierra su historia. También pierde capacidad para absorber el agua de lluvia y hasta para controlar indirectamente el tránsito. Con el asfalto, los autos y colectivos van a ir más rápido”.

Ese mismo temor tiene Daniel Prieto, presidente de la Cámara de Cafés y Bares de la Ciudad, y nacido y criado en Villa Urquiza. “Triunvirato se va a convertir en una autopista. Al asfaltar, se pierde el efecto de paseo que tiene la avenida: el adoquín hace que los autos bajen la velocidad y se puedan ver mejor los locales, además de que los peatones caminan más cómodos”, sostiene el empresario, que tiene un restaurante en Mendoza y Avalos, a una cuadra de Triunvirato.

Los comerciantes no piensan igual. “Adoquín sí, pero bien mantenido. Así como está ahora es un desastre y preferimos el asfalto totalmente -analiza Julio Haddad, de la Asociación de Comerciantes de Villa Urquiza-. En un área con negocios y colegios, la avenida está llena de parches y eso genera demoras y la hace intransitable”.

La librería San Luis es uno de los negocios históricos del barrio, en Triunvirato casi Juramento. A Inés, su cajera, los adoquines le dan nostalgia, pero prefiere que asfalten por cuestiones prácticas: “Los camiones te dejan sorda por el ruido que hacen contra el empedrado”. Además cuenta que, desde que llegó el subte, se escucha cada vez que los autos pasan sobre las bocas de ventilación, “que no están niveladas en relación a la calle”.

“El empedrado está bueno porque tiene una historia, pero acá no suma por su mal estado: la gente se tropieza, y con la lluvia se patina y se cae”, opina Carina Carletti, de Farmacia Podestá, otro histórico, en Triunvirato y Blanco Encalada. Sin embargo, cree que al asfaltar no habría que hacerlo sobre los adoquines, sino sacarlos primero para reinstalarlos en otra zona, por su valor histórico.

“Por fin”, dice Martín Ramírez, de Pizzería Kentucky (Triunvirato y Olazábal) cuando se entera de que van a asfaltar. “Vengo a trabajar todos los días en auto y tomo Triunvirato desde Elcano. Con los adoquines voy saltando”, reconoce.

En Ambiente y Espacio Público destacan que las calles empedradas se hicieron cuando había mucho menos tránsito en la Ciudad, y que con la circulación actual ahora resultan frágiles.

En junio se asfaltó otra avenida adoquinada sin protección histórica: Juan Bautista Alberdi, desde San Pedrito hasta la autopista Perito Moreno. Era un reclamo de larga data de los vecinos de la zona, que incluso fue presentado como sugerencia en el programa BA Elige. El motivo: el mal estado del empedrado arruinaba autos y bicis.

Las calles empedradas están consideradas Patrimonio Cultural de la Ciudad desde que fue aprobada la ley, en noviembre de 2013. Ocho meses antes, el Gobierno porteño, entonces a cargo de Mauricio Macri, empezó a levantar los adoquines de la cuadra de Carlos Calvo entre Paseo Colón y Balcarce, y de la de Balcarce entre Pasaje Giuffra y Estados Unidos, ambas en San Telmo, en pleno Casco Histórico.

La explicación fue que se iban a reinstalar, aunque dejando bandas laterales de otro material para mejorar el escurrimiento. Pero un amparo judicial frenó la obra, y así las calles quedaron inutilizables durante un año.

En abril de 2014, y luego de más de un año de litigio, la Justicia destrabó la obra para reparar los adoquines en esas dos cuadras, pero porque la Ciudad aceptó repararlas con su diseño original. Esos arreglos fueron el punto de partida para un proyecto más amplio de trabajos en el Casco Histórico.

Un año después de la aprobación de la ley, se quisieron reemplazar los adoquines por hormigón y asfalto sobre la avenida Juramento entre las vías del Mitre y la avenida Cabildo, en Belgrano. El motivo invocado: el deterioro de la calzada. Pero una ONG presentó un recurso de amparo porque decía que la obra era ilegal. Finalmente, aunque la Justicia entendió que los adoquines de esta avenida no estaban amparados por la norma, ordenó a la Ciudad preservar los que se quitaran.

Con todo, en enero de este año se modificó la norma: las zonas protegidas se mantienen, pero se habilitó la remoción de los adoquines desgastados o dañados y su uso para otros fines.

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