En Villa Devoto crece un polo gastronómico que transforma las noches del barrio

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Publicado: 07/08/2017
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Los alrededores de la plaza Arenales, en Villa Devoto, ya no son tan silenciosos como lo eran antes. Hace unos tres años empezaron a irrumpir una gran cantidad de bares y restaurantes. Creció lentamente un circuito gastronómico.


El barrio, uno de los más reposados de la ciudad, muestra una cara renovada: de día, las familias disfrutan del aire libre; de noche, los locales transformaron sus calles en un flamante punto de encuentro de chicos de entre 20 y 30 años. Como en algún momento lo fue plaza Serrano, en Palermo, o Las Cañitas, plaza Arenales toma fuerza y es cada vez más elegida para salir a comer o a beber.

"El cambio se dio hace tres años", dice Gabriel, el propietario del puesto de flores ubicado sobre la diagonal Fernández de Enciso. Durante una cuadra y media la calle es semipeatonal: tiene veredas anchas y vestidas con faroles que parecen haber sido arrancados de una rue parisina. Es una de las preferidas por las franquicias gastronómicas para abrir sus locales. En 150 metros hay un café Havanna y otro Martínez, una heladería Lucciano's, una pizzería Kentucky y una panadería Hausbrot. Están cerca entre sí, como si el desembarco hubiese sido el resultado de una planificación colectiva. En el medio del desarrollo culinario aún subsiste un puñado de negocios de ropa. La mayoría se refugia dentro de la Gran Galería Devoto. Allí resiste la última trinchera de la vestimenta.

Los vecinos miran el crecimiento de reojo. Emilio, de 61 años, vive allí hace 35 y siguió de cerca la mutación. "Cambió mucho la fisonomía del barrio. Antes tenía ciertas características que ya no están más: ahora hay una gran invasión de las áreas públicas, todos los bares ponen sus mesas en la vereda, y eso no me gusta", dice. Las veredas, literalmente, son un anexo de los locales. Frente a la plaza, sobre la calle Nueva York, la tendencia se repite: caminar por la vereda es participar de una carrera con obstáculos. A Jorge Benjardino, de 27 años, le fastidia la muchedumbre a dos cuadras de su casa. "Los lugares están muy llenos, y eso es un poco molesto", señala.

Fuente: La Nación