Milei sube con la crisis, el pragmatismo salvaje de Massa y la apuesta final de Bullrich

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Publicado: 30/09/2023
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Hay un fenómeno que se viene observando en las cuestionadas mediciones electorales y que tiene que ver con el clima económico. O, mejor dicho, con el humor o la paciencia con que la sociedad enfrenta las dificultades que impone la economía. Ocurre como si no pasara mucho o no pasara nada, hasta que pasa.

Aun cuando ya son reconocidas las variadas excepcionalidades argentinas que nos distinguen -y no por las buenas razones- del resto del mundo entre las que el concepto que tenemos de “normalidad” dista mucho del propio significado de la palabra, hay momentos en que las variables se mantienen sorpresivamente “estables” reflejándose en las encuestas electorales. Pero llega el momento en el que se descubre que se trata solo de un espejismo que concluye cuando la realidad sacude esa “anormal normalidad”. Ejemplo: el dólar vuelve a saltar bruscamente y la inflación siempre al galope se desboca. Lo de estos últimos días.

Cuando esto pasa, los números de Javier Milei lo registran y lo mantienen en el tope de las preferencias. No hay discusión sobre quién está primero. La discusión que sí existe es si el envión libertario le bastará para dar una sorpresa en la primera vuelta y ganarla, lo que muchos encuestadores –no todos– ponen en duda y quién será su rival en el caso de balotaje: Sergio Massa o Patricia Bullrich. Milei no se va a moderar mientras esté en modo electoral: si le ha ido bien con sus excentricidades y excesos ¿por qué cambiar? Parafraseando a un consultor electoral renombrado, como es Dick Morris (cuyo reportaje publicamos hoy), el libertario “no debería moderarse a sí mismo”. Morris lo dice por Donald Trump, a quien asesora para volver a la Casa Blanca, así como antes ayudó a Bill Clinton a sentarse en el Salón Oval. En otras palabras, lo disruptivo de Milei es lo que lo tornó atractivo en un país en el que se cree más en la magia que en la política. Así son las decepciones, luego.

En sus excesos al líder de la Libertad Avanza lo acompañan exégetas que se pasan de rosca: su “referente” educativo para patentizar la ineficiencia vernácula dijo que si la Gestapo hubiera sido argentina hubiera matado a menos judíos en el Holocausto. Ya se sabe lo que dice Freud sobre estos “bromistas”. En cualquier lugar, ese exabrupto nazi le hubiera costado mucho. Y lo dijo en una universidad, representando a un candidato que dice que estudia diariamente la Torá y que recibe consejos de un rabino. Pero, ¿esos escándalos, excesos o como se los quiera llamar, afectan la carrera electoral de Milei? Otra vez: la excepcionalidad argentina le puede tender una mano. Es más, pareciera que se la tiende. Si va a negociar con los habitantes de Malvinas, rompiendo una tradición diplomática que resistió gobiernos militares y democráticos; si San Martín no fue el prócer argentino sino un agente que afectó los intereses del Imperio español, como ahora se le ocurre plantear en nombre del liberalismo al “liquidador” del Banco Central, Emilio Ocampo; y si la eficiencia o ineficiencia argentina se mide en la cantidad de judíos que se habrían salvado de los hornos nazis, todos son temas “menores” que se subordinan al “milagro de la dolarización”.

Para volver a citar a Morris, la “dolarización” de Milei es su mayor debilidad: se pegó un tiro en el pie porque así como está planteada es imposible. La magia tiene que ver con lo que representa Milei como una alternativa a lo que es un fracaso de la política y que se evidencia en la pronunciada declinación económica y cultural de la Argentina. Es un síntoma peligroso: Milei está subido en la crisis y en la frustración. No esconde lo que promete: la simbología de la motosierra es solo el prólogo de un camino que será muy duro con un final impredecible.

Cualquiera de los tres candidatos principales tienen en su horizonte la necesidad extrema de estabilizar la economía, con devaluación y recortes grandes: ese objetivo tendrá duras, inevitables consecuencias políticas, económicas y sociales.

Sergio Massa y Patricia Bullrich buscan entrar en la segunda vuelta. No es una meta fácil de alcanzar.

El ministro-candidato es un “pragmático salvaje”. Con esta inflación y con esta escasez de dólares, con el nivel de pobreza e indigencia que avergüenzan, el candidato oficialista no solo no se ha caído sino que ha tenido hasta un módico avance, según dicen sus encuestadores. Está en el piso del peronismo, es decir en alrededor del 30/31 %. Si entrara, ya ha dicho lo que hará: convocará a todos los que se opongan al libertario, sin importarle la procedencia. Inclusive ofrecería a una economista de origen radical-peronista, según como se vea, la cartera de Economía, y a otras fuerzas que hoy están en Juntos por el Cambio, lugares prominentes en su gabinete. ¿Lo intentará? Sí. ¿Le aceptarán el convite? Está por verse. Porque Massa, en el hipotético caso de ganar, heredará el caos que se ha auto creado. La excepcionalidad vuelve en la frase del candidato oficialista: el 10 de diciembre habrá otro país. Otro país distinto al que hoy administra como si fuera Presidente. Perplejidades de un país a los tumbos.

Quien no pierde el optimismo es Bullrich. En su campamento se insiste en que está en franca subida y que Milei ha frenado su rush inicial. Aspira a que los consecutivos triunfos de Juntos por el Cambio en Santa Fe, Chaco y Mendoza la ayudarán a prenderse a la segunda vuelta, en la que se jugará otro partido. Hoy, en el debate presidencial, Patricia sabe que debe darle a su mensaje una potencia extra y una solvencia que convenzan a los indecisos y atraigan más gente a votar, que es una de sus esperanzas clave.

Tanto Massa como Bullrich intentarán atacar a Milei en un flanco que tiene visiblemente desprotegido: su falta de respaldo político y legislativo.

Una advertencia sobre esa táctica: en la Argentina, correr en ayuda del ganador es un deporte nacional.

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