Es un éxito la Feria del Libro en la villa 21-24

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Publicado: 27/07/2016
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Atípica por su variedad de actividades, convoca 900 personas por día, pero no atrae al resto de la ciudad


La edición de este año de la Feria del Libro Infantil y Juvenil incorporó la Casa de la Cultura Popular de la villa 21-24 como una de sus sedes -además de Tecnópolis y el Centro Cultural Kirchner (CCK), que cierran todas este domingo- para "borrar las fronteras sociales y culturales", según había señalado el ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, en el inicio de las vacaciones de invierno. Hasta el momento, ese valioso objetivo sigue en el plano de las intenciones: mientras puertas adentro la convocatoria en el barrio es puro éxito, en el resto de la ciudad no toman esta tercera filial como una opción de su oferta a la que acercarse y participar.

A cuatro días de la implementación de combis gratuitas que van desde el céntrico CCK hasta esa Casa, en Barracas, esta cronista y un fotógrafo fueron los únicos pasajeros en uno de esos servicios. El día anterior, el transporte no había salido por falta de interesados.

En tanto, la fila de niños que esperaba poder ingresar al lugar se bifurcaba por uno de los pasillos de la villa de Barracas, en la que viven más de 50.000 personas. Allí el clima de fiesta comenzaba en la vereda del edificio, donde durante la gestión kirchnerista se había planificado instalar el despacho del ministro de Cultura de la Nación -proyecto que abortó ese mismo gobierno- en la avenida Iriarte al 3500. Desde lo alto de un par de zancos artistas circenses entretenían a los vecinos, aún asombrados. "Está buenísimo: hay libros, que podés agarrar y leer? Obvio que después los tenés que devolver", contaba Luciano Salinas, de 11 años.

Las características de esta propuesta resultan innovadoras con relación a la tradición de la feria editorial. No hay aquí stands con ejemplares para la venta. La Fundación El Libro es auspiciante -la organización y programación corre por cuenta del ministerio- y donante, como también algunas editoriales, de los textos que, anticiparon a LA NACION, serían regalados a los interesados.

En el hall de ingreso hay un espacio de lectura, dos anaqueles, mesitas y sillas bajas donde los chicos se sientan a leer con sus hermanos o con los mediadores de lectura contratados a través de la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina por Cultura. "Tienen formación en el contacto con los libros; los tratan con respeto y a nosotros también", observó Fernanda Petit, profesora de literatura y una de las mediadoras de lectura. "Arriba un señor te cuenta cuentos. Nos dejó quietos. Mi mamá estaba chocha porque ella nunca puede hacer que yo me quede quieto", comentó sorprendido Joaquín Vera, de 7 años.

En ocho pequeñas salas ambientadas con diseño lumínico y elementos escenográficos se ofrece, además de narraciones, la posibilidad de escuchar la voz de Julio Cortázar contando El oso de las cañerías, de participar de talleres de guitarra, confección de instrumentos, cocina o dibujo; de acceder a la lectura en computadoras, o de asistir a la proyección de una película o un espectáculo en el auditorio para 180 personas.

"La respuesta a la convocatoria es mucho mayor de lo que estimábamos", dijo Gustavo Ameri, director de la Casa de la Cultura desde enero pasado, tras el cambio de gobierno, cuando reabrió con actividades para contingentes escolares y adultos. En lo que va del año, además, Avelluto citó una vez allí las reuniones con su gabinete, que tienen carácter itinerante por las oficinas y museos del área. "Yo esperaba unos 300 chicos por día y estamos casi triplicando esa cifra, aunque no tengo números exactos", agregó Ameri. "Hay vecinos de barrios cercanos que se van animando y vienen, pero la verdad es que técnica y humanamente la Casa está preparada para recibir todo tipo de público", aclaró.

Una casa abierta a todos

La misma propuesta de atraer público de otros barrios, no funcionó bien para el Filbita -festival de literatura infantil organizado por la fundación Filba-, que radicó una sede en la misma villa hace dos años. "A pesar de nuestra voluntad y ganas de que las cosas sean distintas, es muy difícil que los que no viven en la villa se atrevan a ir. Hay muchos miedos y prejuicios. Por eso el año pasado hicimos las actividades para los chicos del barrio sin esforzarnos en que vaya gente de afuera", contó la directora de ese festival, Gabriela Adamo. Y diferenció: "El Ministerio de Cultura tiene otras herramientas, por lo que sería genial para favorecer una integración real si se lo proponen a largo plazo".

Avelluto coincide en la existencia de prejuicios y en que se necesita "un trabajo de largo aliento" para superarlos. De ahí que llevaran a la Casa a la Sinfónica Nacional y al grupo Scalandrum, y estrenaron una sede de Bafici. "Lo único que atraviesa un prejuicio es la experiencia directa; por eso nuestra idea con esta feria es hacértela fácil", dijo. Aunque todavía las combis tienen lugares libres.

 FUENTE: Silvina Premat / La Nación