Algunas esculturas porteñas despiertan encontradas pasiones

Comparte esta publicación:

Compartir |



Publicado: 27/07/2016
   SIGUIENTE  >>

Una recorrida por varias de las notables piezas escultóricas que tiene Buenos Aires. Sus historias y recurrentes mudanzas.


Aldo Rossi fue un importante arquitecto italiano que con su prédica logró volver a pensar la arquitectura en función de la construcción de la ciudad. Es decir, no como una suma casi matemática de edificios, sino como una manufactura que se va realizando a lo largo del tiempo. Entendía a la ciudad como una estructura donde se podía distinguir: los ejes primarios formados por las avenidas, las calles y las plazas (el espacio urbano); el tejido conectivo formado por la masa edificada con casas, edificios, lugares de trabajo, comercios; y los monumentos, lugares y piezas donde se condensa la memoria colectiva. Estos monumentos a veces son sitios significativos; otras, edificios emblemáticos; y también, los hay los que son específicamente monumentos.

Buenos Aires tiene una rica colección de estatuas y monumentos conmemorativos, desde la primera Pirámide de Mayo construida por Pedro V. Cañete con humildes ladrillos y luego reemplazada por la actual Pirámide, diseñada por Prilidiano Pueyrredón, hasta la flamante estatua de Lionel Messi erigida en el Paseo de la Gloria para sumarse a otras realizadas por el escultor Carlos Benavídez como parte de los preparativos de la Ciudad de cara a los Juegos Olímpicos de la Juventud que se realizarán en 2018.

En el camino hay un acervo notable. Entre las más significativas está la estatua de Domingo Faustino Sarmiento realizada por el famoso escultor francés Auguste Rodin e inaugurada el 25 de mayo de 1900 en avenida Del Libertador y avenida Sarmiento, en el Parque Tres de Febrero, muy cerca de donde se ubicaba el caserón donde habitaba su archienemigo don Juan Manuel de Rosas.

“No podemos saber si fue por ignorancia o por alguna trama secreta sedienta de venganza histórica –dice Omar López Mato en el prólogo del libro Mármol y Bronce. Esculturas de la Ciudad de Buenos Aires, de Nicolás Gabriel Gutierrez–, pero hoy Sarmiento se encuentra frente al Monumento de los Españoles (NdR: del escultor catalán Agustín Querol), pueblo al que el sanjuanino sindicaba como culpable de nuestro atraso cultural mientras su odiado Restaurador saludaba orgulloso desde la esquina de enfrente”.

Como se ve, los emplazamientos suelen despertar suspicacias y controversias. Reciente es el traumático traslado de la estatua de Colón desde la plaza homónima hasta la Costanera Norte y su reemplazo por la de Juana Azurduy, pieza realizada por el escultor Andrés Zerneri. Infortunios de la improvisación: el monumento a Colón, obra del escultor italiano Arnaldo Zocchi inaugurada en 1921, todavía espera su montaje de cara al río y en el de Juana Azurduy ya detectaron, a pocos meses de la inauguración, vicios de su construcción.

Otros monumentos que sufrieron mudanzas fueron Las Nereidas de Lola Mora, que en principio iba a erigirse en Plaza de Mayo, pero frente a la polémica que levantó se inauguró en 1903 en el antiguo Parque Colón, en las actuales Leandro Alem y Juan D. Perón. Para la sociedad de entonces, sus desnudeces seguían estando en un lugar demasiado expuesto, por lo que en 1918 la trasladaron a “un lugar acorde a su condición de obra licenciosa e impúdica: la zona portuaria de la Costanera Sur”.

También el grupo escultórico A España de Arturo Dresco, erigido en 1936 con “figuras de militares, religiosos y gobernadores españoles que dejaron su sello en el proceso de culturización del continente americano”, quedó hoy perdido, y sus piezas mutiladas, en el extremo sur de Puerto Madero.

Una recurrente candidata al traslados es la estatua ecuestre de Julio Argentino Roca que jalona la diagonal homónima en intersección con la calle Alsina. La pieza del escultor José Luis Zorilla de San Martín, autor también de la escultura a José Gervasio Artigas, vive en estado de amenaza permanente de ser desterrada, en revancha por grupos que le achacan las matanzas de la Conquista del Desierto.

El bellísimo bronce Canto al Trabajo (1908), de Rogelio Yrurtia, compuesto por catorce figuras humanas, representa según Gutiérrez “el esfuerzo y la dignificación que el trabajo otorga a la vida del ser humano”. Fue exhibido inicialmente en el Museo Nacional de Bellas Artes y como uno más de esta categoría de monumentos nómades, se trasladó sucesivamente a la Plaza Eva Perón, a la Plaza Dorrego para luego radicarse en 1937 en Paseo Colón e Independencia, lugar que todavía ocupa con dignidad frente a la facultad de Ingeniería.

Pero si esta estatua celebra el valor del trabajo, Saturnalia, de Ernesto Biondi, con sus diez figuras de bronce simboliza a la fiesta de Saturnales, en honor al dios griego Saturno. Nicolás G. Gutiérrez cuenta en Mármol y Bronce que esa celebración “Tenía el carácter de fiesta orgiástica, a la que eran invitados todos los habitantes de Roma, sin importar su origen y clase social. Abundaba la bebida, la comida y los regalos, se suspendían los juicios y hasta se invertían los roles sociales: los amos llegaban a servir a sus esclavos”.

Durante algunos años, desde 1963 a 1978, estuvo emplazada en los parques del Club Municipalidad (hoy Club Ciudad de Buenos Aires). De chico frecuentaba ese club: mis primeros deportes, la colonia de vacaciones... Todavía recuerdo el susto que me daba la lograda expresión desquiciada de sus personajes. Su localización, desde ya, no era la más apropiada, será por eso que también sufrió múltiples mudanzas. En 1978 se radicó en el Centro Cultural San Martín hasta 1981 en que fue encerrada en unas caballerizas del Ejército y en 1987 fue rescatada para al año siguiente ser emplazada en el Jardín Botánico. Claro que mi mirada cambió. Ahora este notable grupo escultórico despierta curiosidad y me gusta.

FUENTE: Clarín