Justo en diagonal al nuevo banco, se encuentra una oficina pequeña con un enorme cartel que indica "Crédito a las 24 horas". Los bancos llegan para competir con esos prestamistas que cobran tasas exageradas a los feriantes, los textileros, los artesanos de bijouterie y a quienes se dedican a la gastronomía.
Diego, Silvina y Verónica, estudiantes universitarios avanzados, que viven en el barrio, son los responsables del local del Santander, que el banco llama Sucursales de Integración Social. Con tres cajeros automáticos y atención personalizada, el banco ofrece servicios a medida, desde microcréditos a microseguros y tarjetas pensadas en función de la capacidad de pago de los clientes. ¿Las tasas? "Las de mercado", dice Darío Gaytan, el responsable de estas sucursales del Santander que sumarán 10 a fin de año, si se cuentan las cinco que ya poseen en los lugares más pobres del Conurbano bonaerense. En 2022 se comprometieron a abrir 30. Y la exigencia de la casa matriz es que sean sustentables.
Con las sucursales que ya tienen en los barrios La Juanita (La Matanza), Castelar Sur (Morón), Santa María (San Miguel) y Don Orione (Almirante Brown), Santander ha acercado servicios financieros a 240 mil personas. Y ha otorgado créditos a 12 mil clientes por 83 millones de pesos, entregando 14 mil tarjetas de crédito y débito.
Enrique Cristofani, presidente del Santander, adelantó que las próximas se abrirán en Villa Carlos Gardel (El Palomar), Villa 20 (Villa Lugano), Villa Itatí (Quilmes), Villa Jardín (Lanús) y Maquinista Savio (Escobar).
“En Santander creemos que no existe negocio sustentable si no está inserto en una comunidad sustentable”, dijo Cristofani, que busca que el 10% del total de las sucursales del banco sean las de integración social. La filial argentina del que es uno de los mayores bancos de Europa fue pionera en abrir sucursales en las villas y lo hizo hace siete años de la mano de Toty y Silvia Flores con su cooperativa La Juanita.
Casi en paralelo la filial brasileña del Santander se instaló en la Rocinha, la favela más grande de Río de Janeiro.
Ahora el desafío, según Gaytán, es que la gente le pierda el miedo al banco, que es el primer paso para la formalización. De allí la integración con los vecinos en un trabajo conjunto con otras empresas y el gobierno porteño. Cuenta que ayudarán a formalizarlos acompañando en los trámites para obtener el monotributo social y a diseñar planes de negocios a los emprendedores que abundan en los barrios.
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