Incluye una cuarta cloaca máxima de 11 kilómetros -la tercera se había hecho en 1946-, una planta de tratamiento y un túnel de 12 kilómetros que corre 40 metros por debajo del lecho del Río de la Plata. La inversión es de 1.200 millones de dólares y mil personas trabajan las 24 horas en tres turnos de 8 horas. Los comanda una ingeniera. Se llama Marcela Álvarez, tiene 54 años y una obsesión: la concreción de la obra de ingeniería sanitaria más importante de los últimos 70 años.
Si fuera posible ir caminando desde el Parque Lezama, en San Telmo, hasta Puerto Piojo en Dock Sud, el recorrido demandaría poco más de una hora. En línea recta, ambos puntos están separados por 3.000 metros. Pero a pesar de la cercanía, Puerto Piojo es un sitio desconocido para la mayoría. Queda de paso a ningún lado y es donde operan las destilerías de las petroleras. Ese es el ámbito donde se mueve la ingeniera Álvarez en la obra que lleva adelante Aysa, una empresa que opera bajo la órbita del Ministerio del Interior de la Nación.
Ella dice que no cree en los milagros ni en la fortuna, pero sí en los caminos a través de los cuales la fue conduciendo la causalidad. "Cuando empecé a estudiar Ingeniería había muy poquitas mujeres. De hecho, cuando me recibí fui la única mujer de mi camada y también el mejor promedio" cuenta. Vecina de Villa Urquiza, estudió en la UTN (Universidad Tecnológica Nacional), en Avellaneda, en donde su padre se desempeñaba como administrativo. Desde aquellos años hasta ahora, se dedicó intensamente a trabajar y estudiar. Y siempre estuvo vinculada al sanitarismo.
Marcela arrancó con una beca en lo que fue Obras Sanitarias y vivió las transformaciones de esta empresa que hoy es AySA. Desde su privatización en los 90 hasta que volvió a manos del Estado, en 2006. Hoy la Nación posee el 90% de las acciones y el resto pertenece a los empleados. Aunque por algunos períodos de tiempo estuvo fuera de la empresa, Marcela realizó trabajos de consultoría que la llevaron a recorrer 200 kilómetros por día, de obra en obra; también sanitarias.
Desempeñarse en un ámbito que durante años estuvo vinculado a los hombres, nunca le supuso una dificultad. O al menos, siente que nada le impidió seguir adelante: "Transité toda mi etapa de estudios y mi carrera con mucha naturalidad, quizás porque desde el minuto cero estuve rodeada de hombres. Nunca pedí un trato diferencial y creo que nunca lo tuve. Mi principal valor ha sido la fuerza laboral. El resto son preconceptos culturales y sociales. Sin embargo tengo la alegría de ver cómo las cosas han ido cambiando".
En la obra del Sistema Riachuelo reciben muchas visitas de estudiantes de Ingeniería. "La mitad, son mujeres -señala Marcela-. Incluso, hay grupos en los que son mayoría. Estas jóvenes van a vivir una etapa de mayor reconocimiento, van a tener más espacio. La ingeniería es una herramienta de servicio, se pueden hacer muchas cosas para mucha gente. Y quisiera decirles que hay muchas oportunidades, hay que ir y tomarlas", se entusiasma.
Por primera vez en su historia, Aysa tiene una mujer en el directorio: es Alejandra Alberdi, su vicepresidenta. "En las áreas de Inversiones, en Planificación, en Sustentabilidad, en Relaciones Institucionales, en el área de Prensa. Todas son directoras. En el gremio hay un Departamento de la Mujer. Se está generando un entorno, un ambiente que quizá no es habitual, o no se da en otras empresas; creo que estas ventajas tienen que ser aprovechadas", entiende Marcela. De los 1.000 trabajadores que intervienen en el "Sistema Riachuelo", 50 son mujeres. Son minoría, pero hace unos años atrás era impensado que participaran en este tipo de obras.
La ingeniera cree que de haber tenido hijos, su carrera la hubiera llevado a los mismos sitios: "Con mucha dificultad, sí, pero siempre he logrado conciliar mis actividades laborales, sociales y familiares. Soy presente para mi equipo de trabajo, para mi madre, mi familia, mis amigos y mis ocho ahijados. Creo que lo hubiera sido también para mis hijos", supone. Al mismo tiempo, admite que desde 2014 esta obra es su prioridad absoluta. "No pienso en las vacaciones desde hace mucho tiempo. Dentro de un par de años, cuando finalice, me voy a dedicar a dormir durante un mes. Mi cabeza no para, así que no siempre logro descansar", cuenta.
La fecha de finalización prevista para la obra es marzo de 2021. Sin embargo, Marcela no quiere ni pensar en "eso": "Será mi nido vacío -anticipa-. A veces, jugando a filosofar, y un poco también delirando, pienso que esta obra me esperó. Esperó a que yo me formara y tuviera las capacidades para estar al frente de todo esto". Mientras habla, a pocos metros, "Beatriz" trabaja a destajo. Así se llama la tuneladora que ya lleva excavados 11 kilómetros de túnel, 40 metros por debajo del lecho del río. Su nombre es el de la mujer que, junto a un grupo de vecinos, inició la mega causa que llevó a la Corte Suprema a ordenarles a los Gobiernos de Nación, Ciudad y Provincia que saneen el Riachuelo.
Las otras dos tuneladoras utilizadas para construir este gran sistema cloacal, y que ya cumplieron con su trabajo, son "Elisa" y "Valentina". La primera homenajea a Elisa Bachofen, la primera ingeniera argentina y de Latinoamérica. La otra a Valentina Tereshkova, que fue la primera mujer que viajó al espacio. Entre todas las tareas que tiene a cargo, Marcela también se ocupó de bautizar a las tuneladoras. Y no pudo elegir nombres más elocuentes.
En la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, los números hablan. Hasta agosto de 2018 (última estadística disponible), había 11.734 alumnos regulares de Ingeniería: el 22,56%, mujeres (2.647). Esto incluye a las carreras de Ingeniería Civil, Industrial, Naval y Mecánica, Mecánica, Electricista, Electrónica, Química, Informática, Alimentos, Agrimensura y Petróleo, y a la licenciatura en Análisis de Sistemas.
En Ingeniería Industrial hay 769 estudiantes regulares mujeres y representan el 25,81%. En la carrera de Ingeniería Química ambos sexos están equiparados: 637 varones y 638 mujeres. En porcentajes, la menor cantidad de mujeres está en las ingenierías Electricista (7,46%) y Mecánica (8,21%). Y la mayor, en Alimentos, donde de un total de 123 estudiantes, 83 son mujeres (67,48%).
En los últimos siete años, el porcentaje de estudiantes mujeres durante el primer cuatrimestre de las carreras de Ingeniería mostró un crecimiento. En 2013 representaban el 20,07% y este año, eran el 24,60%. Las estadísticas fueron compartidas por las secretarías del CBC y de Ingeniería.
Lucía Navarro es coordinadora de Inclusión, Género y Diversidad de la Facultad de Ingeniería de la UBA y le contó a Clarín que comenzaron a implementar políticas de inclusión entre el alumnado y los docentes: "Históricamente es una facultad masculinizada, pero han comenzado a romperse los estereotipos. Por supuesto, sigue habiendo comentarios del tipo 'es una carrera de varón', pero los cambios comienzan a verse. Incluso en situaciones cotidianas, como caminar por los pasillos y ver que cada vez hay más mujeres".
Navarro analiza que la Ingeniería Química es la rama que tiene más compatibilidad con las ciencias en general, por eso hay una paridad entre varones y mujeres. De la misma manera, entiende que los estereotipos quedan plasmados en carreras como Alimentación, con mayoría de mujeres, o las ingenierías Electricista y Electrónica, con amplia mayoría de varones.
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