Ibendahl tiene título de bióloga y en su tránsito por la universidad se encontró con los programas de pasantías del gobierno porteño. Uno en particular la atrapó, ya que comenzaba en una dependencia nueva. La Sindicatura General de la Ciudad. Allí ingresó desde su creación. Vio nacer ese organismo e hizo una carrera en el mismo. Luego estuvo en otras áreas vinculadas al control, pero también tuvo un paso por la gestión en el área de habilitaciones. Más tarde estuvo vinculada al control ambiental de la ciudad y finalmente en el Ministerio de Gobierno como auditoría interna.
“Mis primeros recuerdos vinculados a lo público son las amenazas de bomba que teníamos en mi escuela cuando era chica. Además mi madre trabajó siempre en la función pública, y eso generaba que en mi casa se hablara mucho de política. Otra marca fuerte fue la asunción de Alfonsín”.
Nos contó que la función de la auditoría es analizar los procesos internos de una jurisdicción y hacer propuestas para mejorar esa dependencia. Tiempo atrás la idea de la auditoría tuvo un cambio de paradigma. Se veía como algo más “policial” y fue mutando a hacia la focalización de los procesos ajustados a buenas prácticas dentro de la normativa vigente.
“Somos los agentes silenciosas del gobierno, acompañamos a la gestión para que mejore. Cuando hay observaciones, le pedimos un descargo al auditado, hacemos recomendaciones, y posteriormente hacemos un seguimiento para constatar si las cosas se subsanaron”.
“Como otro tema de gran interés para mí puedo señalar todo lo relacionado con el medio ambiente. Soy bióloga. Siempre estuve muy atenta al tema de los residuos, en especial los electrónicos”.
Finalizó considerando que en algunas provincias, hay una función análoga que se llama “revisores de cuentas”, que tiene una práctica bastante parecida, aunque esos cargos son electivos. Además el revisor tiene un compromiso con la gestión desde una mirada política.