Grafiteros violentos atacan por las noches para pintar los subtes porteños

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Publicado: 27/12/2019
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En los trenes y metros de todo el mundo, los grafiteros libran una batalla por el territorio. El subte de Buenos Aires no es ajeno a esta competencia global y fuera de la ley.

Las "crews" o agrupaciones, conformadas por argentinos y extranjeros, ingresan por la noche a la red, se enfrentan con empleados de seguridad y, como ocurrió esta Navidad en un taller de la línea H, a veces son atrapados.
 
 
Pintar grafitis en los subtes en forma clandestina se llama "bombing". Con ese hashtag, los autores suelen difundir por Twitter o Instagram fotos o videos de sus pintadas. Porque el objetivo no es sólo dejar su sello personal o de la crew estampado en un vagón, sino mostrárselo a todos, como parte de una suerte de rito tribal. "SRK", "DRB". Estos son algunos nombres que se multiplican en grafitis alrededor del mundo.
 
En agosto de este año, 20 personas entraron en la línea A, agredieron al personal y atacaron a empleados de la estación porteña San José, ubicada en el barrio de Flores. Uno de los agresores grabó todo con una GoPro en la cabeza y el video se viralizó.
 
Esta Navidad, poco antes de las 21, una crew irrumpió en el taller de la línea H de subte, ubicado en Colonia 285, Parque Patricios, y pintarrajeó dos vagones. Eran once grafiteros: ocho argentinos, dos franceses y uno polaco, que se enfrentaron con un empleado de Metrovías y le provocaron un corte en la nariz. Sin embargo, la alarma de la puerta de emergencia que rompieron para ingresar ya los había delatado. Y cuando salieron los esperaban varios patrulleros de la Policía de la Ciudad y fueron detenidos e imputados por resistencia a la autoridad, daños y lesiones.
 
La presencia de extranjeros no sorprende. En algún momento se especuló con que venían en "tours" para hacer grafiti. “Cobrar, no. Es mentira. Lo que sí hay es una cordialidad entre escritores (entre los grafiteros se denominan así). Podés invitarlos, recibirlos, aconsejarlos, y después ellos harán lo mismo con vos, si viajás”, le explicó un grafitero llamado Bruno a Clarín hace tres años, cuando se descubrió que el subte porteño era un objetivo codiciado porque había incorporado formaciones nuevas que servían de "hoja en blanco".
 
Es una especie de intercambio, porque el “Eurotour” es el máximo sueño del grafitero porteño. Y cuando viaja para cumplirlo, suele ser recibido por los colegas que, a su vez, él recibió cuando visitaron Buenos Aires. Los metros de Madrid y de varias ciudades alemanas, el London Underground son sólo algunos de sus objetivos. En este submundo, el mejor grupo es el que hace los grafitis más grandes, en los lugares de más difícil acceso. A mayor clandestinidad y mayor peligro, mayor prestigio.
 
Los integrantes de las bandas tienen entre 18 y 25 años y un cabecilla algo mayor. La mayoría son estudiantes y de clase media.
 
“Esto es un juego que te lo terminás tomando muy en serio -explicó Bruno hace tiempo-. Se convierte en algo que es parte de vos, que buscás hacerlo todo el tiempo. Es una secuencia muy grande, que te lleva mucho tiempo, pero  esos pocos minutos que te llevó pintar un subte, los disfrutás. Es como una droga: nada más placentero que el aerosol y la pintura sobre una chapa. Hay pibes que se vuelven adictos a pintar, que se aíslan, que pierden parejas por pasarse noches enteras saliendo a pintar”.
 
En 2013, cuando se traspasó el subte de la Nación a la Ciudad, el 85% de la flota estaba grafitada. En Subterráneos de Buenos Aires (Sbase) recuerdan que se desarrolló un programa de grafiti cero. Y cuentan que pusieron cámaras en todas las estaciones y en los talleres donde se guardan las formaciones. También identificaron los puntos por donde ingresaban las bandas y les pusieron alarmas y portones más resistentes.
 
Si bien la cantidad de formaciones vandalizadas disminuyó, las barreras físicas no detienen a algunas bandas, que violentan puertas con rompecandados y reducen al personal de seguridad, a los que les roban los celulares y los encierran. "Suelen elegir las fechas de las fiestas de fin de año porque creen que hay menos controles, pero siempre hay gente de seguridad -cuentan en Sbase-. Además, las cámaras son chequeadas en tiempo real desde un centro de monitoreo y la Policía actúa de forma inmediata".
 
"En varias oportunidades los compañeros que estaban trabajando en la seguridad fueron golpeados para que entreguen el celular y amarrados a sillas -dice Enrique Rositto, el secretario de prensa de la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y el Premetro-. Después se dedican a vandalizar los trenes. Esta vez, las cámaras sirvieron, pero en agosto, cuando entraron en San José de Flores, no alcanzaron. Los grafiteros estuvieron 20 minutos pintando los coches. Y sólo detuvieron a uno. Nosotros pedimos que haya la seguridad necesaria, sobre todo en el turno noche".
 
La política de Sbase es que, ni bien aparece una vandalizada, la desgrafitan de inmediato. Así, borran la marca de la crew, que ya no tiene nada para exhibir. Claro que esto tiene un costo monetario: limpiar sólo una cara de un vagón sale unos $ 50.000. Mientras tanto, la formación queda en el taller y esto tiene un impacto en el servicio y en la calidad de viaje de los pasajeros.
 
CLARIN.COM