Verdad o no, el slogan ya se había transformado en un mito porteño. El mito estaba incluso envuelto en una polémica, porque a solo 25 metros hay otro bar que siempre le disputó la autoría del sandwich de pavita: nada más y nada menos que uno de los Bares Notables de la Ciudad y sitio de Interés Cultural, el Café Margot.
¿Por qué Margot y Trianon se disputaron la creación de esta delicia? Sucede que Trianon nació en la esquina que hoy ocupa Margot, en Boedo y Pasaje San Ignacio. En ese mismo local, que data de 1904, se habían instalado varios establecimientos gastronómicos. En 1940, don Gabino Torres y doña María fundaron allí el Café Trianon. Y fueron los primeros en poner en su carta el sandwich de pavita. Dicen que era el preferido del presidente Juan Domingo Perón, que una vez hasta hizo desviar su comitiva para comer uno.
Pero unas décadas después, el Trianon se mudó a media cuadra, al lugar que ocupaba hasta hace unas pocas semanas. Sus dueños se llevaron a la nueva ubicación su creación más famosa. Eso sí, compartieron la receta con su proveedor de hielo, el gallego Julio Durán.
En la esquina que dejaron luego abriría el Café Margot y los hijos de un antiguo proveedor de hielo de aquel primer Trianon decidieron ofrecer en su carta también el sandwich de pavita al escabeche. No fueron los creadores, pero sí es verdad que esa fue la esquina donde lo crearon.
Así que, separados por media cuadra de distancia, ambos bares ofrecieron en sus menúes el "auténtico sandwich de pavita". Con el cierre del Trianon, sólo se lo puede probar en el Margot. Es enorme. Lo sirven al plato, abierto, sobre un pan casero redondo con bastante miga. De un lado está la pasta de pavita desmenuzada, mezclada con zanahoria, cebolla y aceite. Del otro va tomate, lechuga y mayonesa.
En los últimos años, el local parecía detenido en el tiempo. "Era auténtico, como su sandwich", reflexiona Andrés, un vecino de Boedo. Hace unos días, apareció cerrado y con un cartel que avisaba que era "por reformas". Después le pusieron un cartel de "Se alquila". "Me pregunto qué van a hacer ahora los viejos que se sentaban en las mesas de la puerta a jugar a las cartas", agrega Andrés.
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