La pantalla sigue anunciando el próximo subte a las 14. Por eso y por otras razones, está muy enojado: “La extensión empeoró el servicio. Ahora somos más viajando en las mismas condiciones, con carteles que nunca dan bien el horario de llegada, demoras y trenes viejos”.
El 3 de junio la línea E se volvió más larga con el corrimiento de la cabecera Bolívar hacia Retiro. La extensión sumó tres estaciones, que agregaron dos kilómetros. Un tramo corto que llevó mucho: 20 años desde el primer llamado a licitación y 10 desde el inicio de las obras. A casi dos meses de esa extensión, en distintos puntos de la línea, desde Flores y hasta Retiro, los pasajeros se dividen entre la celebración y el padecimiento. Los usuarios históricos están hartos y los nuevos festejan la posibilidad de moverse en subte por el Bajo porteño.
De lunes a viernes, a las 6.30, el recorrido de Matías Seguro empieza en la cabecera Plaza Virreyes, en Flores, y termina en Bolívar. Las tres estaciones nuevas -Correo Central, Catalinas y Retiro-, con sus características modernas, escaleras mecánicas y ascensores que siempre funcionan, no forman parte de su trayecto, uno que para él no hizo más que deteriorarse. “A la mañana, somos muchos los que subimos en Virreyes. Antes en Independencia, con la combinación con la línea C, los vagones se descomprimían. Ahora esos que bajaban siguen hasta Retiro y en hora pico somos más en el mismo tren. Además, al regreso, el subte ya llega cargado a Bolívar”.
Ni a las 13.52. Tampoco a las 14, sino a las 13.57 -los carteles jamás lo predijeron- Matías sube al subte que lo llevará a su casa. Ana Quintero, de 29 años, y su compañero de trabajo llegan al andén cuando las puertas del tren ya están cerradas y ahora esperan la próxima formación. Preguntarle a ella por el subte E es activar una sucesión de insultos: “La verdad es una cagada. No mejoró en nada. Todos los días hay demoras, las frecuencias son otra cagada y los vagones siguen siendo del año del pedo. En verano te morís de calor porque no hay aire y todo el año hacen un ruido que te deja sordo”.
En Correo Central, Catalinas y Retiro, las estaciones nuevas, hay una escena que se repite y que delata a los usuarios que se sumaron hace poco. Frente a cada mapa del subte hay pasajeros mirando las líneas de colores y estudiando en qué punto se conectan unas con otras. Están trazando su ruta, una desconocida hasta ese momento. Según datos de Subterráneos de Buenos Aires (SBASE), desde la prolongación, la E aumentó un 12% en su cantidad de usuarios. Pasó de 1.904.144 en mayo a 2.127.545 en junio. Además, la cantidad de pasajeros promedio por día hábil creció de 85.318 a 102.852.
Analía Domizzi, de 55 años, es una de las recién llegadas a la E y está contenta. “La extensión me resulta un montón porque tardo menos”. Vive en Saavedra y trabaja en San Telmo. Antes, conectaba esos puntos con el subte D. De Saavedra viajaba hasta la estación Congreso de Tucumán y de ahí se trasladaba hasta Catedral. Después caminaba. Ahora toma el tren Mitre en la estación Saavedra, a tres cuadras de su casa, baja en la estación Retiro del ferrocarril y desde ahí, y sin salir a la calle, hace trasbordo con la estación Retiro del subte. Su recorrido termina en Bolívar. “Es más práctico y me ahorro la mitad del tiempo”, dice.
A pocos metros, sentada en un banco metálico, Ana Laura Kunz espera. “Soy nueva. Antes apenas había usado la línea E”, se presenta. Tiene 28 años y desde hace tiempo es usuaria de la A, la C y la B. Eso le permite hacer comparaciones: “Los vagones de la E son los más deteriorados, eso se nota. También me parece que el tiempo de espera entre un tren y otro es más grande con respecto a otras líneas, pero no lo calculé”. Al igual que Analía Domizzi, su llegada a la E es para vincular Retiro con Plaza de Mayo. A ese trayecto también lo repiten muchos oficinistas, en especial los que trabajan en la zona de Catalinas.
La estación Retiro está en Avenida del Libertador, entre Juncal y Esmeralda. Combina con la estación homónima de la línea C y con los trenes Belgrano Norte, San Martín y Mitre. Tiene dos ascensores, escaleras mecánicas y una escultura gigante que cuelga del techo y está hecha por Marta Minujín. La estación es amplia, ventilada y accesible, como Catalinas y Correo Central. Pero con todo, aún no se solucionan los dos problemas centrales que tiene la línea: la frecuencia y el estado de sus coches. Sobre el primero, en SBASE reconocen que, en hora pico, pasan más de cinco minutos entre una formación y otra. Y aspiran a bajar ese tiempo a cuatro minutos y medio para antes de fin de año.
Sobre el estado de los coches, las perspectivas de mejora no son significativas, al menos en el corto plazo. La mayor parte de las formaciones son Fiat/FM. Varias de ellas, ex coches de la A y de la D, con entre 22 y 38 años de uso. Y todavía quedan General Electric que salieron de fábrica hace más de medio siglo. Tampoco hay planes de sumar trenes con aire acondicionado.
Desde SBASE reconocen que la línea E es la que brinda el servicio menos satisfactorio de toda la red y dicen que por esa razón decidieron hacer ahí la mayor inversión. “Fueron $ 3.714 millones e incluyeron la extensión, la renovación de vías de Bolívar a Plaza de los Virreyes y la creación de un taller para el mantenimiento de las formaciones”, marcan y agregan que los resultados de esa inversión no son inmediatos.
En el andén de Plaza de los Virreyes, la estación cabecera que conecta con el Premetro, Romina pide mayor celeridad. “La extensión es una cosa, pero acá no puedo ni venir con la gorda en el cochecito porque no hay ascensor y en otras líneas hay”, dice. Sobre su pecho duerme su bebé. “Yo combino con la H y las diferencias están en todo: en el techo, en los trenes y hasta en el piso. Y ¿por qué acá no? Eso es discriminación”.
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